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Febrero de 1963, noche fría sin luna; noche oscura. Una pareja se dirige a su casa cuando, en los alrededores del teatro de la ciudad, tropiezan con un cuerpo sin vida. No lo sabían, pero era el cuerpo, aún caliente, de la Marquesa de Getafe.

Gozaba de gran prestigio social entre la clase burguesa, siendo una mujer de férreas convicciones morales acostumbrada a una vida rutinaria.

En el lugar, rápidamente, se personan el agente Rodríguez, con arraigada experiencia en crímenes de esta índole, y el agente Sánchez, que presta servicio desde hace más de 20 años en la Unidad de Crimen Organizado. Para resolver lo sucedido necesitan medios y recursos, y para ello han solicitado la ayuda de los mejores agentes de la Unidad de Delitos Especiales de la ciudad de Getafe, pertenecientes todos al Equipo de Redint.

El cuerpo de la Marquesa ha sido retirado. Frente a la silueta trazada en el suelo, y sin sacar conclusiones, toman nota de cada detalle de lo que observan, fotografían la escena, indagan sobre las posibles pruebas y las preservan para salvaguardar su seguridad.

Es el momento de dividirse en cuatro grupos para resolver el asesinato y responder a las preguntas que a todos les atormentan: ¿Quién o quiénes mataron a la Marquesa? ¿Cómo se hizo? ¿Por qué? ¿Dónde?  Según han podido averiguar, la Marquesa estuvo el día de su fallecimiento en el Parque Azofra dando un paseo; en el Hospitalillo, donde pudo verse, o no, con un clérigo del lugar. Tomó un café con su mejor amiga en la Plaza General Palacio, y visitó a la alcaldesa de Getafe en su lugar de trabajo.

Cada grupo, portando un mapa digital en su Smartphone, se dirigirá a todos y cada uno de los lugares para tomar nota de todos los detalles posibles y sin que ninguno se les escape. 

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¿Qué sucedió en sus recorridos?

Parque Azofra: los agentes se encontraron varios enigmas en forma de códigos QR a los que tuvieron que dar solución para saber qué le había ocurrido allí a la Marquesa. Hablaron con la jardinera del lugar, que, ocupada en sus tareas, no trataron como sospechosa, pero de la que pronto cambiarían su parecer.

Observaron cada detalle a la par que se ayudaron de sus teléfonos móviles y la tecnología de Google Lens para poder resolver lo ocurrido en ese lugar. Sangre, más de lo que les gustaría, huellas embarradas, valiosas joyas… todo lo encontrado los llevó a una conclusión final.

El Hospitalillo: en este lugar de culto y bendición, los agentes no esperaban encontrar más que personas de bien, y eso les pareció al encontrarse con el clérigo que les salió al encuentro. Mucho más lejos de la realidad, pues tras comprobar que presentaba un hombro vendado observaron cómo este guardaba en la sacristía botellas cuyo contenido colorido no dejaba de ser sospechoso.

El “buen hombre”, con ganas de salir airado, les propuso acertar varios enigmas y así dar pie a despistarles con los líquidos, más que extraños, que albergaban las botellas, pero no lo consiguió. Tras oponerse en un primer momento a que los agentes se hicieran con ellos, no le quedó más remedio que darse por vencido, pues la “policía no es tonta”, y si habían acertado los complicados enigmas, también acabarían sabiendo que el contenido de una de esas botellas no guardaba otra cosa que un potente veneno que podría causar la muerte con sólo ponerlo en los labios.

Plaza Gral. Palacio: a los profesionales en resolver el asesinato, extraño les pareció encontrarse a la amiguísima de la Marquesa, María Fernanda del Castillo Monforte, más conocida como Mafi, -y a la que no lo faltaba joya que ponerse-, sentada, relajada y escuchando música, a pesar de la noticia de la muerte de su amiga de la infancia, la Marquesa.

Portaba con ella un altavoz a través del cual sonaban canciones cuyas letras se identificaban con un tema en común: Mujer contra mujer de Mecano, Cómo pudiste hacerme esto a mí de Alaska, y otras muchas. Los agentes, suspicaces donde los haya, echaron mano de la tecnología para, con Google, poder descubrir la temática de la play list que sonaba y la traducción desde los idiomas cirílico entre otros, de canciones manuscritas que ella portaba.

Desde ese mismo instante, Mafi, se convirtió en sospechosa.

El Ayuntamiento: la alcaldesa los esperaba. Sabía que tarde o temprano acabarían acudiendo a ella. Lo que no esperaba era que, además de sospechar de la jardinera, el cura y la amiga de la Marquesa, también lo hicieran de ella. Pensó que se libraría.

Ese día, como otros tanto, había elegido un atuendo oriental, influencia de la cultura nipona que tanto le gustaba. Además, portaba su bastón de mando, símbolo de poder por si la seguridad la flaqueaba. Lo que no había podido esconder fue su mano derecha vendada. ¿Lograría que no sospecharan de ella?

Segura del poder que tiene en su municipio, se hizo con fotografías de numerosos sospechosos que logró editar con aplicaciones de edición de imágenes para presentárselas a los agentes y, entre acertijo y acertijo, no logró engañarlos. Estos fueron descartando a gente inocente que nada tenían que ver con lo sucedido, hasta acabar dando con los cuatro implicados entre los que, sin esperarlo, también estaría ella, la afamada alcaldesa, conocida en el mundo del crimen como Sra. Smith.

Era la hora de reunirse todos los grupos, poner en común lo descubierto en cada una de las pruebas y llegar a conclusiones:

El cura, Sr. Smith, y la alcaldesa, Sra. Smith, eran ladrones internacionales de joyas que, durante muchos años vivieron en Japón. Ya en Getafe, la Marquesa, conocedora de sus fechorías, estaba dispuesta a revelar quiénes eran frente a la policía. Ellos, queriendo deshacerse de ella, extrajeron del interior de un pez Globo, pez arraigado en la cocina nipona, la toxina con la que la envenenaron.  

¿Cómo lo hicieron? Mafi, amiga de la Marquesa, compinchada con el cura, la citó en misa sabiendo que dejaría cualquier cosa por un buen oficio religioso. Llegado el momento de comulgar, y habiendo impregnado la hostia consagrada con la toxina, dejaron moribunda a la Marquesa en lugar sagrado.

Como no era lugar para un muerto, cura y alcaldesa, es decir, Sr. y Sra. Smith, intentaron, sin lograrlo, mover el cuerpo más de dos metros, pues de su última fechoría, uno tenía el hombro lesionado y, la otra, una mano.

¿Cómo pudieron trasladar entonces el cuerpo? Fue la jardinera quien les ayudó, pues tenía inquina por la Marquesa, ya que guardaba una íntima relación con Mafi, su amiga de la infancia, relación que la Marquesa nunca aprobó por ser del mismo sexo y diferente clase social. Con ayuda de su vehículo de trabajo, logró trasladar el cuerpo hasta el Parque Azofra, donde, involuntariamente, golpearía su cabeza con una roca que, manchada con su sangre, dio lugar a que los agentes sospecharan de la jardinera. Su temor le llevó a abandonar el cuerpo en las inmediaciones del teatro donde se materializó su muerte. 

Cura, alcaldesa, jardinera y amiga, todos son culpables, por lo tanto, ¡todos asesinos!